Lo quise mucho. Quería tanto quererlo como yo lo quería, que termine estando enamorada de cómo estaba atraída hacia él. Un amor así no iba a durar bastante, lo supimos y expiró. No nos odiamos, aunque nos distanciamos sabiendo que era lo mejor. Desde ahí me solo me atraía el proceso: los encaprichamientos, los histeriqueos, la taquicardia al ver un nombre titilando en mi pantalla de celular. Puede ser que hayan determinadas personas que me broten estos sentimientos (unas más que otras), recordando lo mucho que me gusta estar así. No, promiscua no soy, porque a pesar de que me pueda gustar los galanteos siempre supe que era algo vacio, insulso, que, como así llegaban, me alejaban para no lastimar a la otra persona.
Aún lo recuerdo: una tarde llegó el con una sonrisa y me habló. Fue la vez que me enamoré de alguien.
Ahora me levanto de la cama, lo miro durmiendo y recuerdo lo mucho que me encanta y como me gusta más que sea él quien me galanteé, enamorandome como siempre de todo un proceso, enamorandome al final cada vez más de él.