Olas violetas con una neblina plateada que estalla frente a una piedra: la realidad. El acto de observar al mar retroceder y volver a ceder, las aves volando sobre el mar, en búsqueda de conseguir algo, es inútil el agua esta demasiado turbulenta estallando una y otra vez contra la misma piedra. Nunca oscurece, siempre es un atardecer, el instante donde ves algo pero no ves todo, tampoco es que te ciegas. El lapsus donde uno decide si mirar o no. 
Un muelle alejado, algo oculto por la neblina pero igual se nota a una persona, alguien en su punta sentando en el borde, observando los ciclos del mar: ir y venir, alguien que espera algo, alguien que quiere que todo se tranquilice. En el muelle se encuentra una persona ansiando el momento en que el océano se vuelva a juntar con el, esta esperando el tiempo en donde todo cese y se pueda sumergir en su amor liquido. Mira hacia atrás como si un fantasma lo observará pero lo ignora. Le gusta mirar el juego de la marea. Le encanta observar lo que más desea aunque en estos instantes no puede estar ahí, con el mar.
Las nubes tapaban el crepúsculo, los ruidos naturales no encontraban ninguna armonía, una persona que yacía con melancolía, un mar que chocaba contra la misma roca una y otra vez.
Visiones que colapsan el entorno, alucinaciones: imagines abstractas en el cielo toman forma de diferentes colores llamativos. Un grito de cambio.
De repente... Utopía. 
Un flash de un segundo donde el sol brilla, el cielo es celeste los animales cantan con la brisa marina, un joven nadando y disfrutando del querido reencuentro, una piedra que desaparece, un mar en calma, arena blanca con aguas turquesas.

Sentí una humedad en mis labios, saliva que iba de mi boca hasta la almohada. Volví a sentirme en mi cuerpo, en mi propia sintonía. Todo era un sueño, una teletransportación a mundos paralelos. Un universo donde yo era un mar.